domingo, 13 de octubre de 2013

Coquito


 

 Por: Susana Valdés Levy

Coquito era un toro de lidia al que uno de los vaqueros de la ganadería, un buen muchacho de nombre Juan, le había tomado mucho cariño. Desde que era un becerro Coquito tuvo un encanto especial. Juan consentía al torito dándole cubos de azúcar con la mano. Cuando Juan se acercaba, le llamaba con un silbido y Coquito le reconocía de inmediato. Caminaba lento hasta donde Juan estaba y lo veía con ojos amistosos. Juan entonces le acariciaba la cabeza y le daba el azúcar. Coquito pasó a convertirse en un novillo y luego en un ejemplar maravilloso, fuerte y sano. "Eres un toro muy bien bragado" le decía Juan a Coquito y el toro asentía como si entendiera el halago. Juan se hacía de cuantas artimañas pudiera valerse para evitar que se llevaran a Coquito cuando llegaban los empresarios a comprar toros para las corridas. Se lo llevaba lejos, lo escondía...hasta que una vez, que Juan se enfermó, llegaron los empresarios a comprar los ejemplares para el encierro del domingo y eligieron a Coquito. Cuando juan volvió al trabajo, se llenó de angustia al ver que el toro no estaba ya en la ganadería. Desesperado Juan preguntó a sus compañeros quienes le informaron que Coquito estaba ya rumbo a Monterrey y que formaba pare del encierro para la corrida del fin de semana. Juan se fue tan pronto como pudo a tomar el autobús para llegar a la ciudad, pero poco pudo hacer. Entonces compró un boleto para entrar a la corrida. Coquito sería el tercer toro de la tarde, pero Juan no lo sabía aun. Masacraron a dos bureles y en eso, anunciaron a Coquito. El matador lo esperaba de frente con el capote y el picador se preparaba para entrar después de esa suerte. La gente aun no llenaba de ver sangre, pero ya con algunas cervezas encima y el humo de los cigarros y los puros, la emoción del ambiente se había relajado. Salió Coquito como locomotora hacia el centro de la arena. Y Juan, quien estaba sentado en barrera, gritó: "¡Coquito! Coquito!" y silbó fuerte del modo en que el toro sabía reconocerle. Juan brincó para meterse en la arena, Quisieron detenerlo pero nadie pudo. La gente se emocionaba...seguramente el toro bien bragado aquel haría volar al incauto vaquero por los cielos y luego lo cogería con los cuernos hasta matarlo frente a la asombrada afición segura de que vería mucha sangre. ¡Qué espectáculo! Coquito se detuvo...era evidente que ya iba previamente lastimado, para asegurarse de que saliera bravo. Juan sacó de la bolsa de su pantalón de mezclilla un puñado de cubos de azúcar. "Ven Coquito, mi Coquito acércate", le decía Juan al toro....A paso lento aquel toro de más de 500 kilos se acercó y comió el azúcar de la mano de Juan mientras este le acariciaba la cabeza entre los cuernos. Juan abrazó al toro por el pescuezo y éste reclinaba la cabeza sobre el pecho de Juan y dijo: "¡Les suplico que no lo maten!"...La gente le abucheaba, decepcionada: "¡Mugroso toro, resultó muy manso y querendón!" Sacaron al Toro y a Juan de la arena, anunciaron al cuarto toro de la tarde porque "el show debe continuar". Juntos, Juan y su toro regresaron al pueblo en un camión de redilas. Coquito no volvió a pisar una plaza de toros y Juan no volvió jamás a la ganadería. Pero viven en una ranchería donde Juan tiene su casa.

 

 

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