Por: Susana Valdés
Levy.
En algunas salas de
los juzgados en Brasil, tienen a la vista de todos un gran crucifijo. No es por
motivos religiosos. Es más bien para recordarles a todos los presentes, de una
u otra forma, al juez, al jurado, a los abogados, a los testigos y a cualquiera
que en la sala se encuentre, que hubo una vez (y como han habido muchas más)
que un hombre fue juzgado y condenado arbitraria e injustamente.
Tendemos a hacer
juicios muy a la ligera en nuestra vida diaria. Nos parece fácil generalizar y
condenar situaciones que no conocemos de fondo. Lo hacemos así hasta que algo
nos sucede a nosotros o a un ser querido, solo entonces vemos la verdadera
dimensión del sufrimiento humano.
Se hacen juicios
basados en prejuicios, y condenamos o justificamos arbitrariamente sin conocer
las particularidades de cada caso. Como por ejemplo decir: "Si un muchacho
cae en las drogas, es porque tuvo padres negligentes"; "Si un hombre
o una mujer comete adulterio es porque tuvo que buscar en la calle lo que no
encontró en su casa"; "Si una pareja se divorcia es porque son
egoístas y no les interesa cuidar y conservar a la familia". "Si la
mujer es golpeada es porque ella provoca al hombre"; "Si le dio
cáncer es porque estaba llena de rencores y enojos no resueltos"; (¡Por
Dios!, encima de tener que luchar contra el cáncer ¿hay que cargar con la idea
de que uno mismo lo provocó? ¡Que injusticia!) "Si una chica soltera se
embaraza es porque en su casa no le inculcaron valores morales", "Si
un chico es gay, es porque hizo una elección inmoral y pervertida";...No
digo que no sea de ese modo en algunos -muy pocos- casos, pero no en todos.
Pero, con suma ligereza juzgamos, sentenciamos, condenamos y crucificamos a
nuestros semejantes con lujo de crueldad, agregándole culpabilidad y
sufrimiento a su ya preexistente dolor, dándonos baños de pureza a nosotros
mismos.
Hasta que nos sucede
algo parecido en carne propia. Entonces nos volvemos piadosos y comprensivos
como también esperamos la piedad y la comprensión que no tuvimos para otros que
tropezaron antes que nosotros.
Por eso me gusta esa
idea de los juzgados en Brasil de colocar a Cristo crucificado, que aunque nada
tenga que ver con religiosidad, es un claro ejemplo de un caso por todos
conocido, donde un inocente murió por un juicio injusto y despiadado.
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