Por: Susana Valdés
Levy
Me contaba mi abuela
que el protocolo de los velorios se había convertido en una tradición que tenía
su razón de ser. En el pasado se acostumbraba velar al difunto por tres días.
En parte esto tenía un trasfondo religioso: Cristo resucitó a los tres días (siempre
cabe la esperanza de que el difunto en cuestión también). Antaño era difícil
diagnosticar la muerte, se cometían crasos errores y por eso mucha gente era
sepultada viva...Tres días servían para confirmar que la persona estuviera
realmente muerta. Afortunadamente para muchos, no había servicios de
embalsamamiento, ni autopsias ya que de haberlos, no había manera de que se
salvaran. Si no estaban muertos, ahí quedaban.
Se acostumbraba velar
a los difuntos en casas, las numerosas flores y los sirios mitigaban los olores
de la gradual descomposición del cuerpo. En algunos lugares se colocaba una
cama de sal bajo el cadáver, misma que ayudaba a preservarlo un poco más. Tres
días eran también suficientes, en la mayoría de los casos, para que los amigos,
familiares y deudos que vivían lejos, llegaran a presentar sus condolencias,
considerando que los viajes se hacían por tierra. Durante tres días no se debía
cerrar el ataúd sino hasta que se hubiera celebrado una misa de cuerpo
presente. Era lo indicado llorar en el funeral y si las lagrimas no brotaban y
el sollozo no fluía, se contrataba a plañideras que hacían el trabajo. Había
que asistir de riguroso traje negro y los familiares más cercanos: el cónyuge,
los padres, los hijos y los hermanos principalmente, no debían dormir en todo
ese tiempo. Por eso se dice "pasar la noche en vela" y a los que
cuidan lugares durante la noche se les dice "velador". Esto también,
por si acaso al difunto se le ocurría resucitar. Luego de la misa fúnebre se
iban todos en romería al cementerio o camposanto...que no se dice
"panteón" porque esa era palabra pagana. La cremación estuvo
prohibida por la iglesia mucho tiempo, pues se creía que interfería o
complicaba la resurrección de los muertos. El tema completo era un acontecimiento
social de suma importancia.
Hoy en día todo es
distinto. Agonizan los panteones, la industria de los ataúdes y los fabricantes
de coronas y sirios funerarios. No tardan en morir. Cada vez más personas optan
por velorios exprés, las capillas se cierran a las once de la noche y los familiares
-si pueden- se van a dormir o a reunirse en íntimos grupos que verdaderamente
les dan consuelo. Muchos consideran mejor y más prudente, no abrir el ataúd a
la vista pública y solo la familia ve el cuerpo para despedirse. El ataúd se
renta porque cada vez es más común la incineración. Ponen sobre la tapa del
féretro una bonita foto de cuando el difunto gozaba de la vida. En ocasiones,
el velorio sale sobrando y en directo se van a la cremación, a la urna, a la
misa y a la gaveta donde se colocarán las cenizas. Esto ha reducido los costos,
disminuido el agobio, agilizado el doloroso trámite y erradicado muchas
falsedades....Por eso, aunque la muerte sea la misma de siempre...su protocolo
ya no es igual.
Han vulgarizado la muerte; además de hacerla muy común, tanto que ya no altera los sentidos. Muertes que llegan antes de tiempo, muertes violentas o muertes supuestas. Son las muertes de la guerra, de una guerra donde no hay tiempo ni de llanto ni de luto, porque en algunos sitios corres el riesgo de morir en el ceremonial. La guerra ha cubierto de cadáveres sin enterrar nuestro ´país, sembrando luto en hogares dónde por si o por no le rezar un rosario al desaparecido al no saberlo vivo o muerto. La muerte, con una cuerno de chivo en lugar de su anterior guadaña, ronda las calles de las ciudades y las veredas de las rancherías, para llevarse lo que encuentre a su paso, para convertirlo en otra de sus víctimas. En muchos poblados ya no hay rezos ni llantos, ni sentidos pésames o plañideras. Ni siquiera dolor ante la muerte de quien consideran la busco por su accionar. Es tal la alteración de los tiempos en muchos lugares, que la gente anticipa el destino de muchos jóvenes, viendo en ellos la figura de la muerte antes de que esta llegue por ellos. Es la muerte de la guerra. Una muerte adelantada. Una muerte que corta calendarios, erradicando ceremonias y apresurando los destinos. ENRIQUE MS
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