Por Susana Valdés
Levy
Aquel niño tenía
mucha imaginación y le era difícil distinguir qué era real y qué era producto
de su propia mente. Era miedoso y durante las noches oscuras sus terrores se
hacían presentes con especial intensidad. La puerta entreabierta del ropero, el
espacio bajo la cama, la cortina que se hinchaba con el viento que entraba por
la ventana, parecían ser los lugares donde habitaba cualquier cantidad de seres
horribles que la acechaban silenciosos.
El pequeño niño se cubría
con las cobijas hasta la nariz asomando solo sus enormes ojos cafés y aguzando
el oído, despabilando, afinando, forzando el entendimiento o los sentidos, para
que prestar más atención o hacerse más perspicaz en caso de un eventual ataque
mítico.
Era recurrente que en
esas noches, se levantara de un salto y corriera donde sus padres a decirles:
"Tengo miedo". -¿De qué tienes miedo? preguntaba su papá. "De
los monstruos" contestaba el niño aunque ya sabia cual sería el resultado
de su búsqueda de apoyo: Invariablemente su papá le dirá que "solo se debe
temer a los vivos y que los hombres no deben tener miedo", lo llevaría de
nuevo a su cuarto la arroparía con las cobijas y tal vez, encendería la tenue
luz de una lamparita de noche, misma que en algo ayudaba a disipar su terror
nocturno.
Después de muchos
años, los monstruos imaginarios fueron abandonando los escondrijos de aquella
recámara infantil, el los ha olvidado, pero la sensación de miedo que le
producían durante las noches solitarias y oscuras, queda aun en la memoria. El
miedo adulto, tiene otras dimensiones y características. Y ahora se pregunta:
"¿Existen los monstruos? ¿Qué son?" Según el diccionario el término
se reserva para seres que inspiran miedo o repugnancia. También suele utilizarse
como descalificativo, para referirse a personas cuyos actos van en contra de
los valores morales propios. En efecto, los monstruos son representaciones
visuales, imaginarias o gráficas, con las que personificamos nuestros temores e
inseguridades. Pero también representan la expresión de nuestros sentimientos y
emociones oscuros, como el resentimiento, el rencor, la envidia, la
frustración, la violencia, traumas no resueltos...Y aunque los niños no tengan
estos sentimientos aun en sí mismos, los perciben porque flotan como fantasmas
en el ambiente que les rodea.
Los monstruos
gráficos quizás sean imaginarios, pero el miedo y el temor son reales...muy
reales.
Para los adultos, los
monstruos son esos demonios propios que se desatan de pronto y sin aviso en un
ataque de ira, de celos, de soberbia, de lujuria, de avaricia, de crueldad, de
amargura ¿Existen? ¡Claro!...monstruos que en efecto habitan en la oscuridad,
pero en la oscuridad del alma y nos deforman, nos desfiguran y nos poseen...Si
queremos disiparlos y vivir tranquilos, habremos de encender una luz en la
conciencia. Una luz que nos de claridad en el pensamiento y guía en el camino
del entendimiento para conocernos a nosotros mismos.
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