lunes, 5 de agosto de 2013

¿Resolver o Disolver?


Por: Susana Valdés Levy
No es difícil deducir que el divorcio es endémico en las grandes comunidades urbanas. El acelerado ritmo y complejidad de la vida en las ciudades modernas seguramente son un factor determinante ...en el número de casos de divorcio. Además, la gran mayoría de estas separaciones, no se da solamente por “incompatibilidad de caracteres” aunque así se quiera dejar por sentado. Un gran porcentaje de estos casos tienen un antecedente de violencia de algún tipo, ya sea verbal, física, psicológica, económica, sexual, etc.. La soledad, la infidelidad, la incomunicación, el desavenimiento, el sentimiento de desamparo y de incomprensión son más constantes que variables. ¡Y ni qué decir de las complicaciones económicas!
El matrimonio no es solo un vínculo romántico o amoroso, no es un "noviazgo prolongado", sino también y antes que ninguna otra cosa, es un contrato civil, una sociedad cuya empresa es generalmente la familia. Un matrimonio en problemas es equivalente a una familia en crisis, a un patrimonio en riesgo y a un futuro incierto debido a la gran cantidad de emociones y sentimientos encontrados que entran en juego. Este, es el peor momento para tomar una decisión o para responder a la gran pregunta: ¿Resolver o disolver el matrimonio?
Como no vivimos aislados, debemos estar conscientes de que nuestra decisión, cualquiera que esta sea, afectará a otras personas en mayor o menor grado. También, el irnos o quedarnos tendrá consecuencias a futuro. Hay elementos a los que yo llamo: “factores cegadores” que entorpecen nuestra capacidad para pensar y decidir de manera inteligente en estas circunstancias. Algunos de esos factores cegadores son: el enojo intenso, el dolor, los celos, el miedo, el rencor, el deseo de venganza, la culpa, entre otros. Otro elemento cegador es sin duda, la posible presencia e influencia de un tercero(a). Involucrarse “románticamente” con alguien más durante el proceso de conflicto con la pareja, es un riesgo grande que las cosas se compliquen mucho más.
Cuando el matrimonio está en serios problemas, el dilema de resolver o disolver será quizás, la decisión más importante, más delicada y más inteligente que debamos tomar ya que tendrá repercusiones a corto, mediano y largo plazo en nuestras vidas y en las de otros seres queridos y cercanos.
¿Qué hacer? Un pacto de separación temporal (por lo menos de 21 días) a manera de “retiro emocional” es recomendable. Un tiempo razonable de “descontaminación psicológica” fuera del núcleo del conflicto. (Time out). No verse y no hablar por un tiempo razonable con la pareja ayudará a romper el ciclo vicioso de la pelea constante y permitirá hasta cierto punto el restablecimiento de la calma mental, indispensable para decidir coherentemente lo que nos parezca mejor.
Aunque hoy en día el divorcio es visto como una solución, no siempre es la mejor idea. No todo es blanco o negro, Lo importante es abrir un margen de negociación con el objetivo de buscar una solución conveniente y viable para la pareja. Si se decide resolver, seguramente habrá muchas cosas en qué trabajar dentro de la dinámica del matrimonio. Si se decide disolver habrá que buscar la forma más civilizada y responsable de hacerlo.

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