Por: Susana Valdés Levy
El Arce y el Abeto habían crecido juntos en el bosque, uno al lado del otro. Cada otoño el Arce se ponía anaranjado y rojo. Al final de la estación se caían todas sus hojas y quedaba desnudo. El Abeto era un “siempre verde” que prácticamente no tenía cambios.
Un día el Arce le dijo al Abeto: “Realmente envidio que tú no tengas que pasar por estos proceso...s. Mírame, como todos los años mis hojas cambian de color, se marchitan y caen al suelo. Quedo desnudo durante todo el invierno para volver a empezar, una y otra vez, cada primavera. En cambio tú, tienes siempre tu verdor. En verdad envidio tu estabilidad, tu constancia. Yo ya estoy cansado de estos cambios tan abruptos que la naturaleza ha impuesto en mi.”
“Supongo-dijo el Abeto- que para vivir como vives tú se requiere de mucha fe. ¿Cómo sabes que tus hojas volverán a brotar en la siguiente primavera? ¿Cómo sabes que no te vas a quedar desnudo y despojado de tu follaje para siempre? ¿Cómo puedes estar seguro de que en efecto, habrá un nuevo comienzo?...Tú me envidias pero yo te admiro, porque ciertamente yo no podría enfrentar año con año una pérdida tan dramática y confiar ciegamente en que volveré a brotar”.
Las ideas del Abeto hicieron que durante todo el otoño el Arce empezara a cuestionar su fe, lo que le hizo el proceso aun más difícil y doloroso. Ya cerca de la llegada del invierno, el Arce estaba sin hojas. En una de esas noches que eran largas y frías, el Arce soñó que se rebelaba contra la naturaleza y se aferraba a sus hojas. “¡No tiraré mis hojas!” decía el Arce a la Madre Naturaleza “¡No confío en que me vayas a dar nuevos brotes!…¿Qué tal si te olvidas de mi? ¿Qué si tienes otros asuntos más importantes que atender y te olvidas de hacerme retoñar? ¿Qué tal si me quedara desnudo para siempre?” Decía el Arce retando a la naturaleza. En su sueño el Arce vio llegar al invierno sin haber tirado sus hojas, aferrado a su follaje se burlaba de los demás Arces que habían quedado desnudos. En la primavera los demás Arces despertaron felices cubriéndose de nuevos brotes de hojas tiernas y verdes. Pero nuestro amigo el Arce aferrado se veía quemado, lacio, viejo, seco y desgastado…los pájaros confundidos por el aspecto del árbol evitaban construir sus nidos en sus ramas. El sueño que se hizo pesadilla, le permitió al Arce entender que la naturaleza es sabia y que no olvida a nadie. “¡Sí, Tengo fe!” dijo el Arce en el sueño, se que brotes nuevos vendrán y con ellos nueva vida!...¡Que caigan mis hojas y que vengan las nuevas!”
Una serie de golpes secos despertó al arce de su sueño. El Arce quiso contarle al Abeto la lección que aprendió mientras dormía. Pero vio que unos leñadores estaban cortando con el hacha el tronco del hermoso siempre- verde. Sollozando el Abeto dijo: “Seré pino de Navidad y en enero estaré en el basurero”. Y continuó: “Sin embargo tú, mi querido amigo Arce, estarás lleno de brotes nuevos y de pajaritos construyendo sus nidos, estarás lleno de vida. Mientras tú estás desnudo en medio del bosque esperando que llegue nueva vida, yo estaré muriendo lentamente engalanado con colguijes y foquitos convertido en el centro de las celebraciones de alguna familia esta Navidad, pero hasta ahí llega mi misión y mi vida. Yo moriré dando alegría y tú mi amigo, dando alegría renacerás.”
La fe no es garantía de que las cosas sean como queremos, la fe es lo que nos permite aceptar con gracia las cosas como son….lo que resulta esencial para entender la vida.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario