jueves, 13 de junio de 2013


 
 
¿Quién paga los platos rotos?

Por: Susana Valdés levy.

En los 60’s, la popular serie de televisión norteamericana Bonanza, nos presentaba a la familia Cartwright atendida por su humilde, eficiente y leal sirviente cocinero Hop Sing.  Imaginen que en la actualidad, los nietos de Hop Sing son los dueños de la Ponderosa, o que el legendario rancho de Virgina, requiere de comprar a los descendientes de Hop Sing, todos los insumos para operar de manera costeable.  ¿A qué horas rebasó el silencioso cocinero chino al poderoso “Señol Calwait”?

Muchas cosas se dicen de China.  Por ejemplo: el “horror” de su política demográfica de permitir tener un solo hijo, prefiriendo por cuestiones de productividad a los varones y ocasionando así un genocidio de niñas recién nacidas. O bien, el caso en el que desde 1978 (cuando se aplicaron las reformas económicas Chinas) y hasta la fecha, los obreros asiáticos han trabajado sin descanso los siete días de la semana los 365 días del año, a cambio de un uniforme gris, unas sandalias negras y un plato de arroz, (¿Otla vez alóz?) en un extenuante sacrificio para sacar adelante a su país, el más populoso del mundo y que ahora comienza a recoger sus frutos. Y la más impactante: Pena de muerte a los funcionarios corruptos.

El tigre asiático que por milenios estuvo encerrado tras una impenetrable muralla que puede verse desde la luna, y al que muchos creyeron muerto y estancado en su propio aislamiento, ha despertado, ha salido de su jaula, hambriento y dispuesto a devorar al mundo. A esto le llaman: El Milagro Económico Chino….La Gran Ola Amarilla….que para los mercados internacionales ha sido un verdadero Tsunami.

El comunismo chino fue siempre distinto al soviético. Se basaba en la premisa del Kung Fu de que “dónde no hay pa’ todos hay patadas”. No había más que de dos sopas y la de arroz ya se estaba acabando. La otra sopa era la sopa demográfica, Tenían que “capitalizar” su sobrepoblación y su costumbre de tener hambre para traducirla en la fuerza laboral y productiva más impresionante que el mundo jamás había visto.  No fue un comunismo furioso y resentido, ha sido un comunismo laborioso y productivo. Entendieron que había que hacer el pastel más grande y repartirlo mejor. Lo lograron y ahora son comunistas con capital. Se dice que entre el año 2016 y el 2020, China habrá rebasado a la economía estadounidense.

La globalización les favorece. La mano de obra barata y eficiente así como la  variedad y calidad de sus productos aunada a la capacidad de abastecimiento, los ha convertido en lo que muchos llaman “un invasor de mercados”.  Superan en precio, cantidad, calidad y variedad a cualquier otro competidor.

 Pensarán que son los empresarios industriales de los países en desarrollo (como México) los que reciben el golpe más duro. Pero no es así. Nada resulta más fácil que importar la mercancía genérica e instalarle la marca local; o bien comprar la maquila en China. Cualquiera de las dos opciones resulta menos costoso que competir con los asiáticos en el campo de la producción. Esta experiencia ya la han vivido los industriales zapateros de León, así como otros giros tales como ropa, electrodomésticos, herramientas, vajillas y cerámica, etc…No hay ventana de oportunidad en el mercado internacional por la que los chinos no se asomen.

Los que pagan los platos rotos, son en realidad los obreros y trabajadores calificados que se quedan sin trabajo y posteriormente la sociedad entera paga el costo de una creciente población desempleada que se traduce en inseguridad, descomposición social, desintegración familiar y por supuesto: pobreza.

La Secretaría de Economía ha estado consciente de este tema desde hace años. Aunque lo veían venir, no se imaginaban la magnitud del impacto. La globalización y el libre comercio ponen a las autoridades en un dilema. ¿Liberar el mercado o aplicar criterios proteccionistas?...Han optado por un punto intermedio: imponer aranceles y encarecer la importación. Antes los productos “importados” eran siempre más caros que los nacionales. El fenómeno chino ha dado un giro de 180° a ese concepto. ¿Qué hacer para que no nos trague el tigre?

Es correcta y justa la medida que ha implementado la Secretaría de Economía y su titular Idelfonso Guajardo Villarreal. Es correcta porque hasta el momento es la única solución viable.  Lo primero es, por motivos sociales, políticos y hasta de seguridad nacional,  salvaguardar a la planta laboral, es decir: los empleos de los obreros y el sustento de sus familias. El beneficio económico para los empresarios es un efecto secundario. Posteriormente, y esto no se puede omitir, habrá que diseñar las estrategias que permitan incrementar la capacidad competitiva en el mercado nacional y en el internacional, que es la idea de Peña Nieto. No olvidemos que los chinos pagaron un alto precio para llegar a donde están, precio que los sindicatos mexicanos nunca aceptarían…Por otra parte los chinos no tenían un arancel, tienen una Muralla que ya no los contiene. Lo que los chinos están cocinando es la sopa para convertirse en la primera potencia económica mundial, muy pronto.

 

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